Pina Bausch Kazúo Ohno
La imagen de esta mujer de 62 años en pleno vigor creativo, que se inclina con reverencia y, casi podría decirse, en actitud de despedida sobre este hombre a punto de partir, no deja de ser una misteriosa paradoja.
Quién
hubiera podido imaginar que era Kazuo el que estaba despidiendo a Pina y
no Pina la que despedía a Kazuo… al menos en este mundo, en esta vida,
en este sueño.
La
imagen de estos dos monstruos sagrados de la danza contemporánea
mundial, fundidos en este beso de reconocimiento mutuo, nos invita a
reflexionar sobre la relación del tiempo (la edad) y el cuerpo
(el espacio)… El fin del cuerpo… el fin del tiempo… Desde hace mucho
(tiempo) que mis meditaciones más recurrentes giran en torno al fin/finalidad del cuerpo/tiempo…
Pina Bausch, la sacerdotisa de la danza teatro, ha ofrecido su propio
cuerpo —o mejor— su cuerpo la ha ofrecido a ella en sacrificio
—prematuramente, antes de tiempo… antes de cuerpo—.
La
obra de Philipina Bausch, de un valor inconmensurable a pesar de
pertenecer al lenguaje artístico más efímero que existe como es la
danza, sobrevivirá a los designios del tiempo, porque el fin de su cuerpo fue también la finalidad de su vida.
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