CINE Y COREOGRAFÍA III
Guy Maddin
"Drácula: Páginas del Diario de Una Virgen" fue originalmente una interpretación musical de "Drácula", puesta en escena por un grupo de danza canadiense. Por si eso fuera poco, su adaptación a cine se ha hecho al estilo de las películas de principios del siglo XX: no hay parlamentos, es en blanco y negro con grano muy notorio, emplea títulos sobre cartón negro a modo de diálogos, algunos detalles aparecen colorizados, y está salpicada de "errores técnicos" como salto de cuadros, vibración de la cinta y variación de iluminación.
A pesar de todo eso (o por razón de ello), la película resulta mucho más intensa y emotiva que casi todas las demás que han intentado plasmar en imágenes la viva prosa de Bram Stoker.
Desde luego, el subtexto de seducción que caracteriza a la leyenda del vampiro está presente. Y en vez de enfocarse en Mina y Jonathan Harker, "Drácula: Páginas del Diario de una Virgen" centra su atención en Lucy Westenra, amiga de Mina y la primera víctima de Drácula en Inglaterra. Lucy es una muchacha atractiva y vivaz, con fervientes pretendientes, quienes se alían inmediatamente con el Dr. Van Helsing cuando Lucy cae víctima de una vaga enfermedad que le quita vigor y energía. "¡Su sangre está contaminada!", dice Van Helsing. Pero luego de estudiar el caso, el pseudo-científico da con la causa de la afección: "¡Vampyr!"
Y así, entre melodrama teatral y sutil parodia, el director Guy Maddin y su grupo de bailarines traducen a danza y música (de Mahler, creo) esta seminal obra de terror. Ciertamente el estilo visual y narrativo de la película es inusual (para nuestra época) y en ocasiones un poco cansado (a pesar de durar escasa hora y quince minutos), pero cuando funciona, retrata emociones vivas y honestas, de forma muy superior a la narrativa convencional que hasta el momento habíamos visto en películas de vampiros.
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