DOLORES MAYÁN
DANZA CINE
BLACK SWAN
La nueva película de Darren Aronofsky, cineasta ya inquieto que propinó títulos de indudable interés como la enigmática Pi o la desasosegante Requiem for a Dream, es un sofisticado ejercicio de cine de terror que, casi rozando el gore, intenta hacerse preguntas inesperadas, impertinentes y oscuras acerca de El lago de los cisnes, probablemente el ballet más famoso de la historia, mil veces calificado como bello. Sin embargo, no es tan bello desde la óptica del joven cineasta norteamericano que se fija obsesivo en la dualidad de la protagonista e intenta decirnos que detrás del bondadoso y sacrificado cisne blanco, siempre está agazapado y al acecho un cisne negro, el bicho oscuro que todos llevamos dentro. Lo ilustra con el dilema de una bailarina, interpretada con acierto por Natalie Portman, que consigue hacerse con el papel central de la producción de El lago de los cisnes en la compañía en la que lleva años esforzándose. Es perfecta, en técnica e interpretación, para el cisne blanco pero no puede con el negro. Acosada por una madre obsesiva (Barbara Hershey), instigada por un coreógrafo histérico (Vincent Cassell a la manera Diaghilev) y amenazada por una nueva compañera de trabajo (Mila Kunis), se lanza a buscar en su propia interioridad su lado más oscuro. Y no tarda demasiado en dar con él. Tensa y claustrofóbica, inquietante y perturbadora, Cisne negro intenta cimentar y propiciar una nueva relación entre danza y cine, al menos una diferente, una que no es esclava de los códigos del
musical.
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