JEAN-GEORGES NOVERRE
La fecha del nacimiento del reconocido bailarín y coreógrafo francés, el
29 de abril ( 1727 ), se la toma como el Día Internacional de la Danza.Está considerado como el creador del ballet moderno.
Noverre, fue un reformador radical, que rechazó el rol tradicional del ballet como diversión decorativa
en las óperas; en cambio, percibió la posibilidad de representar en él
acciones dramáticas, describir pasiones, narraciones lógicas como en las
obras de teatro. La danza debería ser expresiva: danza de acción; más
que técnica y virtuosa: danza de ejecución. Proclamó que Los coreógrafos
deben revelar la naturalidad y conmover al espectador por medio de la
pantomima, respaldada por el juego teatral.
Los estudios de danza de Noverre comenzaron con Marcel y Louis Dupré.
Debutó en el Teatro de l‘Opera Comique de Paris en 1743. Allí estrenó
en 1754 sus ballets: “Las Fiestas Chinas” y “La Fuente de Juvencia”. Al
año siguiente viajó a Londres, por invitación del célebre actor David
Garrick, maestro en el arte de la pantomima, para reponer Las “Fiestas
Chinas” en el Teatro Drury Laine. Noverre regresó a Francia y por ese
tiempo redactó en Lyon su famoso tratado “Cartas sobre la danza y sobre
los ballets”, publicado en Stuttgart en 1760 que dedicó al duque Charles
Eugène de Wurtemberg. Esa tesis acerca de la danza es, sin duda, una de
las más influyentes jamás escritas.
La danza es un arte de expresión, con la misión esencial de
traducir por si misma ideas y emociones humanas; o por el contrario, un
arte geométrico, un juego de formas libres, que no busca contar una
acción, ni experimentar sentimientos, sino: llegar a la belleza de
gestos y actitudes, por el virtuosismo de los pasos, el encadenamiento
de figuras, el eterno y pesado desafío del vuelo del cuerpo en el
espacio, o el movimiento musical sosteniendo y exaltando figuras
construidas por volúmenes y curvas: sin necesidad de crear en el
espectador sentimientos de alegría o tristeza. Fue necesario anexar la
danza a la pantomima; o, tal vez, dejarla librada al placer de la vista,
haciendo de ella un arte del movimiento, un lenguaje de formas y
símbolos.
.El espectáculo danzado oscilará eternamente entre esas dos concepciones,
tironeando hacia un lado u otro según las tendencias o las modas del
momento. En la historia del ballet, Noverre representa la invasión de la
sensibilidad dependiendo de los elementos racionales de la danza pura.
Las expresiones de su pluma abundan en la definición del ballet de
acción, tal cual él pretendió realizarlo.
Son significativas sus opiniones en cuanto a los convencionalismos de la
época. Con respecto al vestuario opinaba: “el oropel brilla por
doquier, ya se trate de mendigos o de reyes, se visten de plata y oro, y
el público aplaude satisfecho… ya me tienen harto esos toneles
rígidos… si de mí dependiera suprimiría las tres cuartas partes de esos
miriñaques ridículos que llevan nuestras bailarinas. La música sigue
siendo la del siglo de Luis XIV, ceremoniosa y lenta… apenas se le
permite a un maestro de baile cambiar el movimiento de un aire antiguo”.
Como se ve, la integración no reinaba en absoluto entre los elementos
del ballet. “El poeta está convencido de que su arte le pone por encima
del músico; éste se diría que teme perder prerrogativas si consulta al
maestro de ballet. El coreógrafo no pide opinión al dibujante. El pintor
decorador no habla más que a los pintores subalternos y el maquinista a
menudo menospreciado por el pintor manda soberanamente a los
tramoyistas del teatro. Dibujantes, compositores y coreógrafos, todos
ellos se someten a las órdenes de las divas. El dibujante suele
sacrificar los trajes de un pueblo antiguo, al capricho de una
bailarina. Buena parte de los compositores siguen las viejas formas de
la ópera; componen pasacalles, porque tal bailarina los corretea con
elegancia, o porque se los bailan con gracia y voluptuosidad. Los
pasacalles y los minués me aburren a morir”. Noverre rechaza las
máscaras: ”disimulan los estados del alma”. En cuanto al bailarín,
declaraba: “debe poseer cultura general amplia, incluyendo el estudio de
la poesía, la historia, la pintura, la música y la anatomía”.
Con esas teorías, Noverre anunciaba “La Sylphide” o “Giselle”, obras
maestras del ballet romántico que nunca llegó a apreciar y, porque no
decirlo, también el clasicismo de Marius Petipa. Por otra parte, esas
propuestas aventuradas del ballet de acción fueron aceptadas de manera
loable por los coreógrafos Mikhail Fokine, pionero del ballet moderno en
el Siglo XX, y Kurt Jooss, uno de los paladines de la actual danza
contemporánea.
El último ballet que compuso fue “El matrimonio de Pelas y Tetis”,
creado especialmente para las bodas de los príncipes de Gales en 1895.
Después, Jean Georges Noverre pasó a un honroso retiro en Saint Germain
en Laye, donde falleció el 19 de octubre de de 1810.
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