DOLORESMAYÁN
Marina Abramovic
J. L. A.
Algunos críticos y estudiosos afirman que la obra de Marina Abramovic es imprescindible para poder entender algunos de los cambios que ha experimentado, a lo largo de las últimas tres décadas, el arte contemporáneo. Ella, nacida en Belgrado en 1946, se define a sí misma como la «abuela de la performance». Lo cierto es que muchas de las propuestas que jalonan su carrera, iniciada a principios de los años setenta, son una referencia en la exploración artística de las relaciones entre cuerpo y mente, creador y público.
En esta instalación, la artista trata de transmitir su «profunda preocupación por los excesos de las representaciones contemporáneas de la violencia». Y más: «Nos llena de impactantes imágenes de personas sufriendo». Cinco pantallas recrean una guerra representada por niños.
Marina Abramovic es una artista de performance que investiga y explora los límites de lo psíquico y mental. En sus performance se ha lacerado a sí misma, se ha flagelado, ha congelado su cuerpo en bloques de hielo, tomando drogas para controlar sus músculos, con las cuales ha quedado muchas veces inconsciente, y hasta en una ocasión casi morir de asfixia recostada dentro de una cortina de oxígeno y llamas.
Sin embargo, los objetivos Abramovic poco tienen que ver con el sensacionalismo. Sus performances resultan una serie de experimentos que pretenden identificar y definir los límites en el control sobre su cuerpo; la relación entre el público con la performer; del arte y, por extensión, de los códigos que gobiernan la sociedad. Su ambicioso y profundo proyecto se encamina a descubrir un método, a través del arte, que haga a la gente más libre.
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